(Noviembre 2019)

Mucho de nuestro sufrimiento se debe a energías emocionales que han quedado sin procesar dentro de nosotros. Las emociones que vamos viviendo a lo largo de nuestra vida a veces pueden ser abrumadoras y por varios motivos, esa energía emocional que no se procesa completamente y queda sin digerir, puede quedar atrapada en nuestro interior ocasionando significativos problemas de todo tipo que nos bloquean y nos impiden en muchas ocasiones sentirnos libres interiormente y vivir la vida que queremos vivir.

Nadie nos enseñó a gestionar nuestro mundo emocional, no tuvimos adultos cerca que nos ayudaran a hacerlo,  porque ellos mismos no sabían, y carecíamos de los recursos necesarios para que esas emociones “difíciles” pudieran cumplir su ciclo. Ahora, puedes sentir que hay un gran peso en tu interior y no sabes muy bien qué hacer. A menudo, un gran porcentaje de enfermedades físicas, problemas emocionales, bloqueos mentales y autosabotaje son causados por esta energía emocional atrapada.

Este campo de energía sigue latente en nuestro interior hasta que un nuevo estímulo fuerza su reaparición y en ocasiones de forma tan intensa, que nos atrapa y nos desborda. Estas emociones deben ser vistas, reconocidas, atendidas, removidas y liberadas. Este proceso es importante realizarlo de manera supervisada y acompañada, tanto en la aplicación de técnicas terapéuticas como en la entrega de afecto, confianza y comprensión del terapeuta. Tras la toma de conciencia de nuestros patrones emocionales, podemos comenzar todo un trabajo de atención y liberación de la energía emocional atrapada.

Se dice que “un conflicto observado es un conflicto resuelto”, esto no quiere decir que el patrón que nos perturbaba desaparezca de la noche a la mañana, se resuelve en el sentido de que el nudo ha sido liberado y podemos ir drenando todo ese contenido emocional.

Consulta en el apartado Gestión emocional, la metodología y técnicas utilizadas en Centro Mindfulness para la sanación del cuerpo emocional.

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La palabra “meditación” ya no es extraña para nadie hoy en día, de hecho se podría decir que este término casi forma parte del vocabulario popular. Muchas son las personas que quieren acercarse a la práctica meditativa, intuyendo tal vez los beneficios que ésta conlleva para la vida cotidiana del practicante.

Antes de nada, convendrá aclarar qué es la meditación. Sucede que a menudo asociamos la meditación con el hecho de reflexionar sobre alguna cuestión, con visualizar, con relajarse o incluso con “dejar la mente en blanco”.

En realidad, meditar no es ninguna de las acciones anteriores.

La meditación, dicho de una forma directa, consiste en aprender a entrenar la propia mente en el enfoque de la atención, como si se tratara de un “Gimnasio de la Atención Plena”.

Este progresivo despliegue de la atención nos abre la puerta a un conocimiento más profundo de nosotros mismos y, por tanto, a una mejor gestión de nuestro día a día, del mundo emocional, de la relación con los demás, etc.

La meditación pudiera parecer un ejercicio estéril. Tal vez uno incluso se pregunte: “¿Cuál es el beneficio de sentarse en silencio, sin más, sin hacer nada? ¿Qué puede aportarme?”. Pero lo cierto es que las neurociencias están revelando los profundos efectos que la práctica de la meditación tiene en el cerebro humano a las tan sólo 8 semanas de ejercitarse.

Cuando nos comprometemos a sentarnos y a permanecer en silencio e inmovilidad durante algunos minutos al día, en nosotros se despliega paulatinamente la dimensión llamada: Conciencia Testigo, una dimensión que nos permite ser conscientes de los contenidos de la propia mente. Y esta progresiva autoconciencia conlleva una silenciosa transformación que actúa en los mismos cimientos de la persona, actuando como un “gran motor” evolutivo del crecimiento y la expansión.

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La Psicología Transpersonal es una rama de la psicología, que surge como la “cuarta fuerza” que integra y trasciende los puntos de vista de las tres fuerzas anteriores que son El Conductismo, el Psicoanálisis y la Psicología Humanista.

Es una psicología elevada que incluye dimensiones de la experiencia y del comportamiento humano que se asocian con la salud y el bienestar inherentes a niveles  superiores de conciencia que son potencialmente alcanzables.

El término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal. Se refiere a las experiencias, procesos y eventos que trascienden nuestra limitada sensación habitual de identidad (ego) y nos permiten experimentar una realidad mayor y más significativa.

El propósito de la psicología transpersonal es desarrollar el potencial de los seres humanos. Estudia e investiga las interacciones de la psique con nuestro sentido de la identidad, y establece métodos y aplicaciones terapéuticas para transcender el ego y sanar posibles problemas psicológicos que nos limitan de forma consciente o inconsciente.

Lo que se pretende con una terapia profunda como esta, es desenterrar las viejas heridas aun vivas y los programas del inconsciente que causan desequilibrio y que bloquean el proceso de apertura a la verdadera plenitud de nuestro ser y de la vida.

La terapia transpersonal complementa los recursos psicoterapéuticos de occidente con la vía contemplativa o meditativa de la tradición oriental. La terapia occidental tradicional se ha preocupado sobretodo de la modificación del comportamiento, considerando que una personalidad bien adaptada es sana, sin embargo, el hecho de adaptar al individuo a la sociedad ya no es el objetivo de la psicoterapia más moderna. La terapia transpersonal no sólo facilita el crecimiento del yo-personalidad sino que va más allá, hacia la realidad transcendente. Para ello el terapeuta intenta ayudar al paciente en el proceso de desidentificación de sus procesos físicos, mentales y emocionales, y lograr darse cuenta de la tiranía de sus condicionamientos.

Los terapeutas transpersonales recurren tanto a herramientas terapéuticas de las psicoterapias tradicionales como a métodos propiamente transpersonales, como serían técnicas que favorezcan estados no ordinarios de conciencia, los diferentes caminos meditativos y cualquier vía que lleve al paciente a descubrir su amplio arsenal de recursos internos y su potencial curativo innato.

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El origen del Mindfulness se encuentra en el budismo, hace más de 2.500 años, aunque es importante señalar que su práctica está desprovista de cualquier dogma, religión o ideología.

La palabra Mindfulness es una palabra de origen anglosajón cuya traducción al castellano no es exacta, la más aproximada y utilizada es “atención plena”.

Mindfulness es la práctica de la atención plena en el momento presente, aquietando el mundo mental y facilitando el acceso a niveles profundos de consciencia.

“¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Cómo lo llevas? ¿Cómo te va la vida?”. Preguntas aparentemente sencillas, que nos son formuladas y que formulamos con frecuencia, a las que respondemos automática y apresuradamente con un: «Bien, gracias. ¿Y a ti?»; o con un: «Ahí voy… tirando».

¿Bien? Sinceramente, ¿nos va bien? Tirando. ¿Tirando de qué? ¿De qué tiramos? ¿Tiramos de nuestra vida? Ahí voy…, pero, ¿hacia dónde vamos?

¿Quién no tiene la sensación de que, en general, parece que, hacemos del vivir un gran esfuerzo? ¿No parece como si el vivir se hubiese convertido en una continua lucha? ¿En una carrera de obstáculos? ¿En una pesada carga?

¿Vivimos de un modo pleno, o por el contrario, lo que predomina en nuestra vida, es cierta sensación de insatisfacción vital, de que nos falta algo, de que algo va mal? ¿No está marcada esta sensación por el anhelo, el deseo, el miedo y la preocupación constante? ¿No está condicionada por el llegar a ser, llegar a tener, llegar a…?

Lo cierto es que demasiado frecuentemente nuestra cotidianidad nos lleva a funcionar con el piloto automático, a vivir con un grado importante de inconsciencia, a experimentar lo que nos acontece simplemente para librarnos de ello y que llegue lo siguiente, lo que nos convierte en seres precipitados hacia la muerte al perdernos la vida. La alternativa es ser conscientes de cada cosa que hacemos en el momento en el que la estamos haciendo.

Como seres humanos podemos aprender a sumergirnos en nuestra totalidad, a no limitar la experiencia de la vida a nuestros hábitos de pensamiento y a los continuos desplazamientos de la atención del pasado al futuro. Tenemos la capacidad de desarrollar una nueva mirada que nos permite reencontrarnos con quien realmente somos, no con quien creemos ser, que nos ayuda a acoger en vez de rechazar los altibajos de la vida, a reconciliarnos con nuestra condición de mortales y a ahondar en nuestra capacidad de amar. Basta con introducir en nuestra vida cotidiana un pequeño cambio que genera efectos enormes: el compromiso y el empeño de vivir desde la consciencia en vez de seguir sobreviviendo desde la desatención.

Mindfulness es un modo de vida transformador y no una mera práctica. La atención plena conduce a estar profundamente presentes en la vida desde una dimensión de la conciencia que acoge y recibe toda la experiencia que acontece tal y como se presenta.La atención plena es el camino, y los pasos consisten en la práctica constante y comprometida de determinados ejercicios. Cada ejercicio se convierte en una invitación, una oportunidad, una llamada a detenerse y prestar atención a ti mismo y a tu vida. Descubrirás un espacio interior de calma y tu enorme potencial para vivir una vida mucho más saludable y plena, independientemente de las circunstancias externas. Pero tienes que tener en cuenta que a la vez que es un regalo que puedes hacerte, también exige compromiso, llevamos mucha vida en desatención. No basta con entender o saber, se trata de experimentar.

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