Algunos de los efectos psicológicos que una persona practicante puede percibir a lo largo del tiempo son:

  • Mayor apertura hacia el momento presente y hacia lo que sucede.
  • Paulatina separación o relativización de los propios pensamientos, lo que conduce a una toma de conciencia de que éstos son transitorios: aparecen, permanecen durante un tiempo y desaparecen.
  • Mayor capacidad de sostenerse en las emociones, incluso en las más dolorosas o difíciles.
  • A menudo, un estado de calma que surge de la silenciamiento de la mente.
  • Mayor aceptación de las circunstancias vitales.
  • Despliegue de la conciencia sin elección, que se traduce en la capacidad de permanecer abiertos a lo que hay, sin buscar una finalidad a las cosas.
  • Drenaje de contenidos subconscientes.
  • Cambio de enfoque a la hora de percibir los problemas en nuestra vida, permitiéndonos ver nuevas y creativas formas de solución.
  • Mayor flujo con las situaciones del día a día sin necesidad de controlarlas.
  •  Integración de emociones rechazadas.
  • Despliegue de una actitud amigable y amorosa hacia uno mismo, lo que conlleva a un profundo bienestar y a trasladarlo a las relaciones con los demás.
  •  Despliegue de la capacidad de atención.
  •  Ampliación de la autoconciencia.
  •  Reducción del estrés y mayor capacidad de gestión del mismo.

Otros efectos comprobados en el ámbito de la salud son:

  • Aprender a respirar mejor.
  • Aprender a relajar cuerpo y mente.
  • Aumentar la flexibilidad corporal.
  • Regular la presión arterial.
  • Influir en el sistema inmunitario: Atenuación de la secreción de la hormona cortisol de respuesta al estrés.
  • Mejorar la calidad del sueño.
  • Mejorar los hábitos alimentarios.
  • Recargar energía del propio cuerpo.
  • Reducir el malestar psicológico (ansiedad, depresión, hostilidad, somatización).

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Tal vez creas que para meditar es necesario retirarse a una montaña solitaria, practicar durante horas, ser tan flexible como un acróbata, “dejar la mente en blanco”…

Todo esto no son más que “mitos” en torno a la meditación.

En realidad, todos tenemos la capacidad de entrenarnos en el despliegue de la atención plena.

Todos, asimismo, podemos profundizar en lo esencial, en aquello que se revela cuando el ruido mental se silencia un poco y adoptamos una perspectiva más amplia.

Y esto no depende de si nos sentamos en un cojín de meditación o en una silla, de si meditamos enfrente del mar o en el salón de nuestra casa…

Desde esta perspectiva, el propósito de la meditación no es el del aislamiento o la evasión de la vida cotidiana. Precisamente, el mayor beneficio de la práctica lo experimentamos cuando llevamos la atención plena y la observación neutra a nuestro día a día.

Así es como su práctica continuada se convierte en un motor de desautomatización de nuestros hábitos inconscientes y en una palanca de la autoconciencia. A medida que una persona profundiza en la práctica, la conexión con la vida se hace más patente, al tiempo que brota una actitud de aceptación y de reconciliación profunda con lo que es.

Otra cuestión a tener en cuenta es que no es necesario ser guiado por una persona en el proceso de la meditación. No obstante, es cierto que para iniciarse en la práctica es más sencillo hacerlo junto a un Instructor de Meditación, persona capacitada, tanto por su formación como por su propia experiencia en la meditación, para la resolución de posibles dudas y obstáculos. Por otra parte, el hecho de meditar en grupo facilita la perseverancia en la práctica.

Pero en todo caso, lo más importante a tener en cuenta es el hecho de saber que, en realidad, a meditar se aprende meditando.

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Reservamos un tiempo concreto del día y un lugar adecuado. Los diferentes autores recomiendan al menos un tiempo de media hora diaria. Hay una serie de condiciones a tener en cuenta para la práctica formal:

En primer lugar es importante tener un espacio reservado para ello, a fin de evitar el tener que decidir cada día dónde realizarla. Es suficiente un rincón sencillo, limpio y ordenado, en el que, si nos apetece, podemos disponer de algún objeto que nos parezca apropiado, como puede ser una vela, incienso, una imagen, una flor…Es aconsejable que sea un lugar relativamente silencioso e íntimo, en el que puedas estar sin que nadie te interrumpa.

Es también necesario reservar un tiempo concreto en tu agenda. Puede ser al comienzo del día o al final de tu jornada. Depende de los biorritmos de cada uno y de la agenda concreta que encuentres el momento para ti idóneo. Es importante que, sin rigideces, el horario de tu práctica sea el mismo cada vez, así se va creando una disposición en ti al acercarse la hora. En general ten en cuenta que es importante que a esa hora estés bien despierto, no excesivamente cansado ni haciendo una pesada digestión, pues todo eso dificultará tu práctica.

Es conveniente emplear una postura estable, con la que nos sintamos razonablemente cómodos, y que nos permita la quietud durante el tiempo que hayamos estipulado. Las posturas más utilizadas son la de acostado, sentado en una silla o sentado en un cojín de meditación. En las posturas sentadas es esencial que nuestra espalda esté recta, para facilitar el flujo de energía. El cuello recto y la nuca desbloqueada, para lo cual recogemos ligeramente la barbilla hacia la garganta. Los hombros relajados, para lo que los separamos de las orejas. Si estamos en una silla, los pies se apoyan en el suelo y las piernas paralelas.

Los ojos pueden permanecer cerrados o semiabiertos, en cuyo caso fijamos la mirada en el suelo ante nosotros como a un metro de distancia, desfocalizando la mirada. Las manos sobre el regazo o sobre las rodillas, pueden adoptar alguno de los mudras de meditación tradicionales.

La postura tumbada puede tener el inconveniente de la somnolencia, pero si no la sentimos es idónea para algunas de las prácticas. Si elegimos esta postura, permanecemos boca arriba con las piernas ligeramente separadas y las manos a los lados del cuerpo con las palmas hacia arriba.

Podemos también disponer de una manta por si tenemos frío, así como cuidar que la iluminación sea la adecuada. Ayuda disponer de un temporizador que podemos programar para que nos avise cuando transcurra el tiempo elegido.

Ahora tan sólo queda que te animes a comenzar con la meditación y a descubrir la fuente de paz profunda que reside en ti. 

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